EN EL MUNDO COFRADE.
Semana Santa hecha más para la emoción que para la razón.
Andalucía se vuelca en ella; muchos ponen su tiempo y su dinero para sacar adelante los cultos y procesiones. ¡Benditos sean!, aunque los critiquen otros fariseos que, justificando su falta de obras, insinúen que "ese dinero se podría haber empleado en socorrer a los pobres", como a aquella mujer del pasaje evangélico que vertió el frasco de alabastro con precioso perfume, valorado en trescientos denarios, a los pies de Jesús. Entonces el Maestro contestó a los que la interpelaban: "A los pobres los tenéis siempre con vosotros. Esta mujer me ha ungido para mi sepultura".
El sentimiento de nuestra tierra late con el de aquella mujer, y así llegó a España en el siglo XIII este fenómeno de devoción, recibiendo luego la acertada influencia del Concilio de Trento que promovió el culto público a las imágenes sagradas, esculpidas según las épocas artísticas, como la romana, la bizantina, la Edad Media, el Renacimiento o el Barroco.
Nacen también las primeras Cofradías, que como aquí conocemos a las de pesca, constituían gremios de trabajadores (panaderos, herreros, carpinteros, comerciantes...) que se unían para rendir culto a una imagen evocadora de la Pasión, siguiendo mandato bíblico de Caridad y Oración, que deben ser hoy también, y por ese orden, la razón de ser y objetivo central de nuestras Hermandades.
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Algunas veces en tradiciones sacras y costumbristas, el pecado y la virtud -muy distantes en su valor- se encuentran tan íntimamente mezclados que no pueden separarse. Nuestra Semana Santa es un ritual sagrado y querido por todos los que viven la Liturgia y sus tiempos, pero para otros muchos que se quedan en la periferia sólo representa una época de vacaciones y fiesta con bonitos desfiles de penitentes y de pasos exornados.
Muchos cofrades, amantes de nuestras tradiciones y de esta singular devoción por las Imágenes de Pasión, se quedan nadando entre dos aguas de una misma corriente de su pueblo: entre la simple diversión callejera y la fe viva del creyente. Y somos, por tanto, los cofrades los que tenemos la obligación de preservar la verdadera esencia distinguiendo claramente los motivos justificados de fiesta de la religiosidad popular sin desligar los fundamentos evangélicos de la fe que celebra finalmente el Triunfo de Su Resurrección.
José Antonio Rodríguez García. Año 2008.
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